La semana empezó muy bien, ya que en mi instituto el día de fiesta fue el lunes 3 en lugar del viernes pasado. Sin embargo, ha sido una de las semanas en las que menos he asistido al instituto, porque he dispuesto de poco tiempo para las tareas y he tenido que quedarme en casa varios días para trabajar en ellas.
A pesar de ello, esta semana he experimentado lo que se siente al dar a conocer sus notas a mis alumnos, con sus correspondientes alegrías y llantos. Eso sí, su comportamiento ha sido excepcional. Escribí mucho en sus exámenes (anotaciones, observaciones, justificaciones de la nota de cada ejercicio...), razón por la que no me preguntaron muchas cosas acerca de su calificación. Alguno incluso me llegó a decir que no hacía falta que le hubiera escrito tanto. En general las notas fueron buenas, aunque hubo 3 o 4 exámenes para olvidar.
El reparto de los exámenes fue el miércoles, transcurriendo con normalidad el jueves, en el que Raquel retomó las clases con el grupo. El viernes, además, repetimos el examen a aquellos alumnos que no pudieron hacerlo y que tenían la falta justificada.
Así pues, una semana más, una semana menos. Me preguntaron algunos alumnos que si me iba a ir ya, o me quedaba, que ojalá me quedara. Pues eso digo yo. Ojalá pudiera quedarme.